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¡Cuidado! Cuando los libros fueron como internet –

El filósofo ateniense Sócrates detestaba los libros. Estaba convencido de que los libros destruirí­an el mundo, condenando a la humanidad a las tinieblas de la ignorancia. Sócrates solo confiaba en la oralidad, en la transmisión de los conocimientos de sabio a sabio, porque permitiendo que cualquiera escribiera un libro y que cualquiera pudiera leerlo, no podí­amos estar seguros de nada. Además, cada vez habrí­a más libros, y serí­a imposible abarcarlos todos o, al menos, separar el grano de la paja. Lo correcto se mezclarí­a con lo incorrecto, lo veraz con lo falso, lo sublime con lo indigno.

Probablemente Sócrates constituye el primer caso célebre de advertencia contra la «infoxicación», lo cual no deja de ser irónico porque Sócrates vivió dos mil cuatricientos años antes del nacimiento de la imprenta de Gutenberg y más de dos mil ochocientos años antes del nacimiento de internet, cuando se estableció Arpanet, la primera conexión entre ordenadores. Afortunadamente, su discí­pulo Platón no mantení­a una visión tan agorera de la cultura escrita, y por eso hoy en dí­a podemos leer lo que pensaba Sócrates: porque Platón lo dejó escrito así­ en Fedro: «Una vez que algo se escribe, la composición, sea esta la que fuere, empieza a moverse por todas partes, cayendo en las manos no solo de aquellos que la comprenden, sino de igual manera en la de aquellos que nada tienen que ver con ellas; el escrito no sabe cómo dirigirse a la gente adecuada y no dirigirse a la equivocada».

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