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Como se resolvieron los jeroglí­ficos gracias a la Piedra Rosetta

Un 15 de Julio de 1799 cuando un grupo de soldados Franceses se encontraban reparando los muros del Fuerte Julien, un fuerte originalmente Otomano capturado por los franceses al reforzar una de las paredes, corrieron una gran piedra utilizada como cimiento por los Otomanos durante la construcción del fuerte, fue prontamente el capitán e ingeniero Pierre-Franí§ois Bouchard, que se encontraba guiando los trabajos de reparación, quien se dio cuenta que esa roca que los Otamanos habí­an enterrado como si fuese una piedra más tení­a en realidad un gran valor arqueológico.

La piedra contení­a el mismo texto en tres lenguajes distintos: el egipcio antiguo, el demótico y el Griego antiguo. El demótico era una versión simple del egipcio antiguo con origen entre las clases populares del Delta del Nilo, de aquí­ su nombre en griego dimotika (habla popular).

Los escribas de menor rango e incluso las clases populares podí­an dejar su legado escrito en demótico, a diferencia de los jeroglí­ficos sólo utilizados por los escribas de alto rango.

El mismo general y emperador francés Napoleón Bonaparte, uno de los mayores y más reconocidos genios militares en la historia, poseí­a un gran interés por la cultura del Egipto antiguo, por lo que ordenó a sus soldados recolectar cualquier reliquia que hallasen, muchas de estas semi enterradas o completamente descuidadas algo común tras la caí­da de un gran imperio, recordemos como las finí­simas losas de mármol del Foro Romano y tantos otros edificios fueron destripadas de sus edificios para crear paredes de chiqueros en la Roma medieval.

La importancia de la piedra y su utilización para, finalmente, conseguir la traducción de los jeroglí­ficos egipcios fue notada desde un principio y varias copias de la misma fueron realizadas y enviadas a varios museos, si bien el artefacto se estudió intensivamente durante más de dos décadas no fue hasta 1822 que Jean-Franí§ois Champollion logró traducirla y crear el primer diccionario de jeroglí­ficos.

Pero Champollion pensó distinto, el no creí­a que esos hombres que erigieron las pirámides escribiesen con simples alegorí­as gráficas (algo que mucha gente todaví­a cree), y así­ comenzó a buscar patrones, series de repetición, familiaridades ente grupos de sí­mbolos e incluso frecuencias entre los distintos sí­mbolos.

Eventualmente descubrió algo sorprendente, no se trataba de un sistema puro de escritura como el alfabético sino que era un complejí­simo sistema mixto de morfemas logográficos que serví­a para representar, en efecto, de manera alegórica ideas pero que además incluí­a 24 caracteres de consonantes simples cuya función se asemejaba a la de un alfabeto y se complementaba incluso con glifos fonéticos, primero se dio cuenta que los egipcios encerraban ciertos nombres y palabras en cartuchos (una especie de borde ovalado), por lo que buscó en monumentos los jeroglí­ficos que representaban los nombres de los personajes honrados en dichas obras, especialmente el de Cleopatra en el Templo de File.

Es así­ que llegó a una conclusión fascinante: los jeroglí­ficos también contení­an un componente alfabético, algo que no era obvio a priori ya que como se mencionó anteriormente era un sistema de escritura mixto en el cual conviví­an ciertos sí­mbolos logográficos que permití­an resumir conceptos o palabras comunes en simples sí­mbolos alegóricos y un sistema alfabético.

Pero no terminaba allí­, además de lo anterior descubrirí­a que poseí­a un sistema de redundancia fonética mediante complementos fonéticos, similar a los vistos el lenguaje escrito Maya o en el kanji japonés.

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